lunes, 13 de diciembre de 2010

Recordando a Elena Garro

Ciudad de México / lunes, 13 de diciembre 2010
N22/ Distrital Revista

Hija de padre español y madre mexicana, Elena Garro Navarro (1920-1998) nació en Puebla el 11 de diciembre de 1920, (algunos fechan su nacimiento en 1916). Narradora, dramaturga, coreógrafa y periodista mexicana que a contracorriente forjó una de las obras literarias más solventes en Hispanoamérica.

Pasó su infancia en la Ciudad de México. Durante la Guerra Cristera, su familia se trasladó a Iguala, Guerrero. Estas experiencias quedaron reflejadas en su novela Los recuerdos del porvenir (1963), y también en su teatro de corte social. Su escritura renovó la literatura mexicana.

Ingresó a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) para estudiar literatura, coreografía y teatro, allí conoció al joven poeta Octavio Paz, con quien se casó en 1937, tuvieron una hija, Helena Paz Garro, y se divorciaron hacia fines de los sesenta.

En 1957 escribió las obras en un acto Andarse por las ramas, Los pilares de doña Blanca y Un hogar sólido, que fueron dirigidas por Héctor Mendoza.

Elena escribió su obra cumbre Los recuerdos del porvenir (1963), con la que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia, donde rompe con el realismo de la novela de la Revolución Mexicana y combina diferentes temporalidades y pasajes de corte fantástico. Por esta razón, se ha señalado que la novela de Garro es un claro antecedente del realismo mágico, pues se publica cuatro años antes que Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.

Garro reunió sus primeras obras teatrales en Un hogar sólido (1958, reeditado en 1983), donde alternó varias realidades. En los cuentos de "La semana de colores" (1964) indagó sobre la infancia y también destaca el relato "La culpa es de los tlaxcaltecas" donde alterna la realidad presente con un viaje al pasado donde narra vívidamente la Conquista de México. En la obra "Felipe Ángeles" (1979) analiza un periodo oscuro de la Revolución Mexicana; en los cuentos de Andamos huyendo Lola (1980), retrata el clima de persecución que imaginaba la rodeaba en vida, en el que aparece, de manera obsesiva y biográfica, la figura de su hija Helena Paz, y en la novela Y matarazo no llamó (1991) se escenifica una lucha sindical. Poco antes de su muerte, se publicó la novela Un corazón en un bote de basura (1996).

Quizá por los impactantes recuerdos de la Guerra Cristera, o por su entrañable relación con su nana indígena, Elena Garro desarrolló una natural propensión a señalar las duras condiciones en las que sobrevivían los descendientes de los pobladores originarios de México.

Algunas de la obras de Garro, como El rastro, aluden a la marginación de los indígenas. También el cuento "La culpa es de los tlaxcaltecas", y otras piezas dramáticas y reportajes con líderes sociales.

Para Elena Garro toda la literatura tenía un asidero en la propia vida, así desde sus primeras novelas los hechos se desprenden de recuerdos suyos o ajenos, pasados por el tamiz de la fantasía o la indignación por las injusticias.

Al respecto, la propia Elena reconoció que "no puedo escribir nada que no sea autobiográfico; en Los recuerdos del porvenir narro hechos en los que no participé, porque era muy niña, pero sí viví; asimismo, en Reencuentro de personajes y Testimonios sobre Mariana, trato las experiencias y sucesos que me acontecieron en la multitud de países donde he vivido. Y como creo firmemente que lo que no es vivencia es academia, tengo que escribir sobre mí misma".

Para el escritor argentino César Aira, en la novela Testimonios sobre Mariana la mexicana crea el "desarrollo obsesivo de un solo tema: el poder tanático del orden masculino (que) persigue a una madre y a una hija, protagonistas de una folie á deux que necesita de la catástrofe para reproducirse".

Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares fueron admiradores de la obra de Garro e incluyeron en la segunda edición de su Antología de la literatura fantástica la obra en un acto Un hogar sólido.

Como periodista Elena Garro entrevistó a Frida Kahlo, Pablo Neruda, Regis Debray y al reformador líder priista Carlos Madrazo Becerra. Garro estaba convencida de que la palabra empeñada, tenía que ira acompañada de acciones concretas. Hizo reportajes en torno al reparto agrario y trató temas como la condición de las mujeres presas.

La escritora peruana Patricia de Souza (El País, 2008), lo resume así: "Toda toma de palabra significa un acto político; de alienación o de rebeldía, por lo que presiento que la Garro al asumir la palabra se vio obligada a asumir el personaje que su país vio en ella".

Abunda que La Tolstoi de México, como la llamó Borges, "sí produjo una obra importante, a tono con su tiempo, con la situación social y política que ella veía de cerca y que despertó sus ganas de ser un personaje de novela, activo, importante en la historia de su país".

Elena Garro regresó de Francia a México, en los ochenta. Se instaló en una modesta casa en Cuernavaca, en compañía de 14 gatos y de su hija Helena Paz Garro. Padecía enfisema. Al final se le declaró cáncer pulmonar.

"Aquí estoy, sentada sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. Estoy y estuve en muchos ojos, yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga. Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme", escribió en una de sus novelas. Murió el 22 de agosto de 1998, a la edad de 78 años, dejándole a las letras hispanoamericanas muchas historias inéditas.

Con información de la Agencia Cultural N22

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