Ciudad de México/ miércoles, 02 de marzo 2011
Revista Distrital
La primera y las más importante función de la enseñanza, no sólo la académica sino escolar, es ayudar a los niños y jóvenes a descubrir su vocación y convencerlos que deben entregarse a ella, porque es la mejor manera de defenderse contra la futura infelicidad, afirmó hoy aquí el Premio Nobel Mario Vargas Llosa.
Al impartir la conferencia magistral "Poder y educación superior", en la explanada de la Rectoría de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), ante alumnos, académicos y autoridades del sector, el escritor peruano-español afirmó que esta infelicidad forma parte de la condición humana y nadie puede librarse de ella.
Tal condición, añadió, disminuye en quienes que "hacen aquello que les gusta, aunque ello les signifique muchas privaciones, sacrificios y vivir modestamente".
Subrayó que ejercer la vocación, hace a los seres humanos infinitamente menos infelices de lo que serían si dedicaran su tiempo a actividades y quehaceres que no creen, que sienten como una traición y un desacato de aquello que íntimamente hubieran querido hacer y ser.
"¿Cuál es la consecuencia inevitable de dedicarse a actividades que no comprometen profundamente a la persona? Que uno las hace mal, que difícilmente se puede tener éxito y alcanzar grandes logros si aquella actividad íntimamente nos produce un rechazo y una frustración", dijo el Premio Nobel de Literatura 2010.
En ese contexto, apuntó que ser escritor ha sido la decisión más importante que ha tomado en su vida, y destacó que nunca tuvo facilidad para escribir. "Ahora, que pronto cumpliré 75 años de edad, puedo hablar con la autoridad del viejo", enfatizó al tiempo que clavó la mirada en los jóvenes.
"Las personas menos infelices que he conocido en mi vida son aquellas que dedicaron su tiempo y su esfuerzo, su talento y creatividad, a lo que les gusta hacer", por eso, reiteró Vargas Llosa, la tarea más importante de las universidades es ayudar a los jóvenes a descubrir su verdadera vocación.
"Generalmente, quien elige una profesión por razones ajenas a su vocación, muchas veces pensando que de esa manera tendrá éxito, entendido social y económico, es probable que en esa actividad fracase, que sea mediocre y frustrado, lo que es una fuente de amargura en toda historia individual".
Anotó que, viceversa, "cuando uno dedica su existencia a su propia vocación, en ella tendrá infinitamente más posibilidades de tener éxito, de lograr la creatividad y originalidad necesaria como para que su labor repercuta en los demás y le dé una enorme satisfacción".
Convencido de sus palabras y convincente para quienes lo escuchaban atentos, el galardonado escritor puso en relieve que cuando uno dedica su tiempo a hacer lo que le gusta uno no tiene la sensación de trabajar, y recordó que este verbo es uno sobre el que pesa una maldición bíblica.
"Según la Biblia, el trabajo es un castigo divino, algo a lo que estamos condenados como a una punción, ganarnos nuestra vida con el sudor de nuestra frente trabajando. Pero al que trabaja en aquello que le gusta, el trabajo no significa de ninguna manera un castigo o una maldición", indicó.
Comentó que cuando él trabaja, "y trabajo mucho", precisamente porque tiene una enorme dificultad para escribir, "muchas veces sudo tinta, pero gozo; sufriendo gozo. No cambiaría con nadie, ni por nada, este quehacer: Ver cómo poco a poco lo que es mi idea se va convirtiendo en una historia".
Y, cómo esa historia, abundó, que al principio son palabras que parecen muertas, incapaces de despegarse de la página donde están escritas, con el esfuerzo, reescritura, crítica y terquedad, poco a poco dan manifestaciones de salir de la muerte y de comenzar a vivir, a moverse.
"Veo cómo en esa historia ya hay seres que parecen vivos porque no admiten que les imponga ciertos quehaceres, parecen contradecir su propia personalidad. El placer incomparable que eso puede producirme compensa los dolores de cabeza que pude tener en el curso de esa dificilísima gestación", aseveró el autor de La ciudad y los perros.
Recordó que nunca tuvo facilidad para escribir, "desde muy joven descubrí que escribir me costaba un enorme fuerzo y que debía invertir mucha disciplina, reescribir, releer con espíritu muy crítico lo que hacía, porque lo que hacía me parecía a mí mismo muy malo".
Dijo que las personas más desdichadas que ha conocido en su vida son quienes dedican su existencia a hacer cosas que no les gusta, que no les da tiempo ni les permite hacer lo que sí les gusta. "Al mismo tiempo, las menos infelices, las que me han dado más envidia, son aquellas que hacen lo que les gusta", subrayó.
Esos seres "menos infelices en el mundo", dijo, son una minoría, "porque la realidad está hecha de tal forma que muchas personas no saben, o no descubren, sino hasta que ya es muy tarde, aquello que les hubiera gustado hacer en la vida", concluyó Vargas Llosa. (Con información de Notimex)
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