LONDRES, Inglaterra/viernes, 29 de abril 2011
Revista Distrital
• A la histórica boda asistieron 50 jefes de estado y mil 900 invitados
Por Mike Collett-White y Michael Holden
El príncipe Guillermo, segundo en la línea de sucesión al trono británico, y su novia Kate Middleton se casaron el viernes en la Abadía de Westminster en una ceremonia llena de pompa, que atrajo una enorme audiencia en todo el mundo e insufló una nueva vida a la monarquía.
Antes de un intercambio de votos impecable, Middleton, que llevaba un vestido de encaje con una larga cola, caminó lentamente en medio de una congregación de mil 900 invitados. Kate es la primera "plebeya" en casarse con un príncipe tan próximo a la corona en más de 350 años.
Cuando se encontraron en el altar, William se acercó a Kate para hacerle un comentario al oído y la hizo sonreír. El arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, los declaró en matrimonio con la frase: Los declaro marido y mujer.
Decenas de miles de personas que colmaban las calles aplaudieron cuando escucharon esas palabras y volvieron a hacerlo cuando los recién casados salieron de la abadía en un carruaje oficial abierto de 1902 que se dirigió hacia el palacio de Buckingham, la residencia de la reina en Londres.
Una entusiasmada multitud acudió a ver pasar a la sonriente pareja, que fue acompañada por bandas militares con sombreros de piel negra y hombres a caballo en brillantes pecheras hasta el palacio, donde se dieron un "primer beso" en el balcón.
El vestido de Middleton, que despertó fervientes especulaciones entre la prensa dedicada a la moda, fue un tradicional traje de seda y satén color marfil con encaje y cola. Fue diseñado por Sarah Burton, firma de Alexander McQueen, el diseñador británico que se suicidó.
La novia usó una tiara que le prestó la reina y el anillo de compromiso de diamante y zafiro que perteneció a la princesa Diana, la madre de William, que se separó del príncipe Carlos en 1996, un año antes de su muerte en un accidente de auto en París, a los 36 años.
Middleton, una joven de 29 años cuya familia materna pertenece a la clase trabajadora, es una bocanada de aire fresco para la monarquía, que ha sido acusada de estar desconectada de los británicos.
La fría reacción real ante la muerte de Diana en 1997 contrastó con la emotiva demostración de dolor del pueblo.
Algunos se preguntan si la institución, un vestigio de la gloria imperial, no ha dejado de cumplir el rol unificador en un Estado moderno dividido por la política partidaria y el separatismo regional.
BESO EN EL BALCON
Miles de personas de todo el mundo esperaron en el exterior de la abadía, muchos de ellos después de pasar la noche acampando, en un intento por ver a los futuros reyes, impulsando una sensación de bienestar que ha sacado al país brevemente del desánimo por la crisis económica.
"La gente que vea esto debe pensar que estamos completamente locos, pero simplemente no hay comparación", dijo Denise Mill, una mujer de 58 años del sur de Inglaterra. "Simplemente tenía que estar aquí", declaró.
Junto a ella, la multitud ingresó en un espíritu festivo en un día fresco y nublado, ondeando la bandera nacional que inundó las calles de la capital británica. Muchos fueron testigos del esperado momento en el que los ya marido y mujer salieron al balcón para darse un beso.
Otros en cambio trataron de evitar el evento, reflejando la división en la opinión pública acerca de la celebración real más importante en casi una década, que sus partidarios esperan marque un renacimiento para la monarquía.
En Bradford, una ciudad económicamente deprimida en el norte, por ejemplo, el empresario Waheed Yunus dijo: "Son dos jóvenes que se casan. Es tan simple como eso. Pasa en todo el mundo todos los días".
"Hay cuestiones mucho más apremiantes. Hay cosas mucho más importante que están ocurriendo en el mundo", agregó.
KATE LA QUE ESPERA
En todo Gran Bretaña se celebrarán alrededor de 5 mil 500 fiestas para seguir con la tradición, aunque habrá más en el próspero sur de Inglaterra que en la región más pobre del norte. En todo el país las iglesias hicieron sonar las campanas a modo de festejo.
El matrimonio entre Guillermo y su novia, apodada "Waity Katie" (Kate la que espera) por su larga relación, ha favorecido una recuperación de la popularidad de la monarquía.
Varios escándalos con miembros de la familia real, las dificultades económicas del país y la muerte de Diana en un accidente automovilístico en París en 1997 a los 36 años tras divorciarse del príncipe Carlos, llevaron a muchos a cuestionarse el futuro de la institución.
Pero, el origen de Middleton, el carisma de Guillermo, la continua adoración por su madre y un equipo mediático real más astuto parecen haber ayudado a la monarquía.
Un sondeo del diario Daily Mail mostró que el 51 por ciento de los británicos cree que la boda reforzará la monarquía en el país, frente al 65 por ciento que dijo que el matrimonio del 2005 entre el príncipe Carlos y Camilla Parker Bowles la debilitó.
Sin embargo, aunque la reina Isabel II, de 85 años, tiene poderes limitados y su papel es sobre todo simbólico tanto en Gran Bretaña como en las antiguas colonias de la Commonwealth, los detractores cuestionan los privilegios que tienen ella y su familia, sobre todo en un momento en el que la economía está muy frágil.
La monarquía cuesta oficialmente a los contribuyentes británicos unos 40 millones de libras (67 millones de dólares) por año, mientras que los antimonárquicos lo sitúan en unos 180 millones.
Entre los invitados que colmaron la histórica iglesia, lugar de coronación de la monarquía desde que Guillermo el Conquistador fue coronado allí en mil 66, había miembros realeza de todo el mundo, políticos y amigos, además de famosos como David y Victoria Beckham o Elton John.
También asistieron 50 jefes de Estado, al igual que trabajadores humanitarios y veteranos de guerra que conocen al príncipe de su entrenamiento militar.
Middleton recibió el título de Su Alteza Real, la duquesa de Cambridge, después de que la reina convirtió a su nieto Guillermo en el duque de Cambridge para celebrar el matrimonio.
Guillermo podría esperar un largo período de tiempo hasta ocupar el trono. Su abuela Isabel ha dado pocas señales de querer disminuir sus actividades y su padre Carlos es un hombre de 62 años activo y con buen estado físico.
Con información de la Agencia Cultural N22 y Reuter
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