CIUDAD DE MÉXICO / jueves, 23 de septiembre de 2010
Distrital-Revista
Por Liliana Juárez. Enviada
Estados
NACAJUCA, México.- Entre el cielo y el agua sólo hay un paso: Oxiacaque, poblado ubicado en una de las zonas más ricas de pozos petroleros de Nacajuca, Tabasco, con población mayoritariamente indígenas y que lleva tres semanas olvidado en el agua, envuelto en uno de los brazos que tiene hoy el río Samaria.
"Dicen que somos ricos", expresa enojada Glenda Nuris May. La señora, exaltada refleja su frustración por llevar casi un mes viviendo entre agua y habitar un albergue improvisado con hules y palos en la azotea de su casa.
Nos ven como el pueblo rico por la cantidad de petróleo que tenemos alrededor, completa su hermano Gerbado May. "Todos vienen a saquear la zona, empresarios, consorcios, pero hoy, nadie se acuerda de nosotros."
El paisaje de Oxiacaque pasó de campos de maíz, que en su interior albergan los grandes pozos petroleros, a lagunas inmensas de donde emerge una fila de improvisados albergues elaborados con hules negros o palos, donde habitan familias de hasta ocho integrantes comiendo, durmiendo, cocinando o habitando entre el agua.
Ante ello, después de tres semanas de estar así, sus habitantes, molestos miran e increpan con desconfianza a los visitantes. "Es que vienen y vienen personas pero nadie que nos ayude", exclaman.
La población la integran poco más de dos mil habitantes, en su mayoría indígenas chontales, quienes desde principios de septiembre no han hecho nada más que permanecer entre el agua, cuyo nivel hoy supera el medio metro de altura.
"No es justo que año con año tengamos que padecer lo mismo", se queja Natividad Rodríguez, mientras —en medio de lo que ahora es el nuevo causal del río— acude a una casa donde hubo una tienda.
A ella se suman las familias que de menores recursos y hablando su lengua indígena lamentan ver sus campos y siembras perdidas, el fallecimiento de un familiar o la enfermedad de sus hijos, hermanos o padres.
A ellos, la falta de una casa de concreto y de azotea los lleva a habitar en el hacinamiento de albergues improvisados en el camino y a orillas del caudal del río.
La falta de agua potable, alimentos, camas donde dormir, espacios donde cocinar y acudir al baño, los hace convivir entre lodo, moscos, agua sucia, desperdicios y aprender a habitar de esa forma los siguientes meses que restan de lluvia.
María Hernández y su familia es una de ellas. La inundación les cobró la primera víctima, su cuñado, quien la semana pasada falleció ante la falta de atención médica de una enfermedad crónica, que con las medidas insalubres en que viven se complicó.
"¿De dónde tomamos agua potable? No tenemos y la más cercana está a 200 kilómetros", se queja María. Ella lleva cuatro semanas habitando con los ocho integrantes de su familia un espacio de escasos tres metros por dos de ancho, que con hules conformaron como un cuarto.
"Qué le vamos a hacer", dice resignado Pedro Rodríguez, quien perdió toda la inversión de su tienda y que de forma improvisada, entre una choza de hules y mesas de madera vende lo poco que le quedó.
"Sólo hay que pensar quién me va a comprar. Nadie tiene dinero. He fiado más de lo que he vendido porque todos tienen hambre", comenta. Y, es que con su esposa, el negocio no hace más que vender sopas de pasta que la gente compra ante la falta de despensas.
En Oxiacaque la gente comienza a desesperarse y acusan falta de apoyo, alimento e interés de las autoridades.
Con información de la Agencia Cultural N22
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